miércoles, 23 de abril de 2008

De cuando creí perderme en vos, por vos

Era uno de esos días en que eso que tanto nos gusta nos alegraba el corazón y la conciencia... era de esos días. Al amanecer, sentí la plenitud, completa, insaciable. Los cuerpos se cruzaban al azar y explotaban de emoción al pensar en lo que aún faltaba, al sentir lo que venía. Mi mente estallaba cada vez que intentabas acercarte. La sola idea de rozarte me estremecía la piel, y me preparaba para eso, por dentro.
Media mañana de sol, media mañana de sonrisas al calor de una fogata. Media mañana. Media yo, medio vos.
Y así, ardiendo de felicidad, la mañana se fue haciendo una, y tu mitad se sintió incómoda con eso. Tu mitad se comió a la mía, de un solo bocado, sin más. Y mi mitad murió esa mañana, lo sé. Tu brillo extremo consumió al mío y lo tornó opaco, lo volvió sobrio, y aburrido. Era uno de esos días, y se volvió uno de aquellos. De esos en que nada pierde sentido porque ya nada lo tiene. De esos en que la duda se apodera de mí y me vuelve frágil, docil, maleable. Las sonrisas huyeron de mí, claro, la incomodidad las invadió de modo que prefirieron extinguirse. Y tu voz... sólo sonaba tu voz, repitiéndome a cada segundo lo insoportable de mi existir, lo exquisito del tuyo...
Sentí que mi amor agonizaba... se ahogaba en un espejo de vanidades... de tu vanidad, de mi debilidad... Cuanta tristeza invadió mis sonrisas. Cuánta incapacidad para recuperar mi mitad, y volverme una, sin vos... Me aprisioné en la pobreza de valor, y me quedé ahí, sentada, viendo cómo mi dignidad visitaba otros puertos. Puertos lejanos, donde no existen los individuos y abundan las perfecciones.
Pero el individuo existe, y se sobrelleva. Sobre sí mismo, sobre los otros, que son cómo él. Yo no soy cómo él. Pero tampoco soy distinta. Me asemejo a lo peor de mí, y lo peor de vos se parece a mí. Como tuercas, nos enroscamos en el defecto y nos quedamos en él, cómodos, pero irritados.
Ya no me enrosques en tu perfección. Ya no me dejes en la imperfección. Ya no... nunca más.

Sobre querer ser otro ser

Me paso los días pensando quién sería si no fuera yo.
Dificil tarea, cabe decir, la de pensarse a uno mismo como fuera de sí, y no enredarse en las lianas de la esquizofrenia. ¿Quien soy cuando no soy? ¿Cómo luzco cuando me siento no ser? Siento que el rostro se me desfigura entre los rasgos de la confusión, y de la tristeza. La gente me observa, como sabiendo de mi enfermedad. Intento ocultar la duda y pretendo. Pretendo ser, quien no soy. Pretendo estar, cuando no estoy. ¿Pretendo? Intento.
Como si mis ojos giraran hacia adentro, busco en mí una respuesta, una nueva yo que solucione mi dilema, mi pelea diaria entre mi ser, y mi querer ser. Conformarse, aprender, conocerse, aprehender... buscarse, y no encontrarse. Llamarse, y no contestar. Estar, y no querer hacerlo. Dudarse, y nunca confirmarse. Moverse, pero nunca acomodarse.
Los ojos se vuelven de vidrio, y la mirada se pierde en el abismo del devenir.
Qué más da. Lo irremediable del ser reaparece en el no ser y se vuelve cotidianeidad.
Maldita conformidad. Maldita.

miércoles, 16 de abril de 2008

Es sobre ser, o sobre dejar de ser, o sobre...

Sábado. Noche de noches. Un viaje sin retorno. Una aventura que repetimos a diario y que cada vez se pone mejor. Alguno me dijo que las cosas se le derriten ante la vista como si fueran chocolate caliente. Otro relataba ver rostros de gente conocida, en almas desconocidas. Muchos otros aseguran reir al sinsentido, y perder esa nocion. Él... de él no sé nada, sólo cuánto lo disfruta, cada vez.
Y yo... yo sufro, sufro un placer extremo, uno poblado de éxtasis (pero éxtasis en plurales), tapado de egocentrismo, de idolatría al yo, de mujeres envueltas en envidia, de hombres cegados de deseo. El placer de saberse el medio, el fin, el principio, el paso al costado, y la retirada. El placer de sentir la unicidad del ser, y de desconocer la mediocridad. Observad, mirad como los iguales se regodean entre sí, envueltos en el sudor de lo común, ensordecidos por el ruido del motor que los levanta, los trae, los lleva...
Y él... él sólo baila sin pensar. Sólo baila sin desear. Sólo baila, baila, baila.
Y yo... Todo se endurece, todo se vuelve tan real... Se visualiza la ética, y los valores se agolpan en la puerta, esperando ser recibidos. El éxtasis se convierte en ira, se vuelve posesivo, rivaliza conmigo. Aquel placer se vuelve tortura, no me deja respirar, ni siquiera moverme. Me aprisiona la duda, el temor de ser quien soy, o de ser alguien más. O quizás sólo soy yo, siendo otra. O quizás otra se adueña de mí. O tal vez soy yo, siendo yo misma, ciega de dolor por ello. O ni siquiera soy, cuando estoy ahí. No sé.
Disfrutar al máximo el placer es la idea. Disfrutar. Empezar a reir de mi. De mi. De la nada, y del todo, de ser el centro, y de no ser nadie. Reir y mutar, mutar y girar. Girar y empezar otra vez. A disfrutar.

viernes, 4 de abril de 2008

De las crónicas olvidadas

Parece mentira. Parece verdad. Parece, y desaparece. Ya no. Ya ni cerca, ya ni olvido.
Un mensaje nocturno, una respuesta confusa, pero certera. Una persona que vive, y otra que se desvive. Un rol que ya no es, y otro nuevo que se gesta. Personas que reviven en uno, y aromas que recuerdan el ayer.
Pero ayer... ni hoy, ni mañana. Ayer.