jueves, 22 de noviembre de 2007

Criollitas


Lo interesante del contraste es que los colores co-protagonizan.
Ello implica que ni el siempre imponente rojo -que es furia, que es pasión, que es sangre, que es fuerza- puede hacerse cargo de la imagen. Tampoco el verde, siempre pendiente de todo, atento, despierto y abierto a la vida, a lo natural, a la tranquilidad del reposar. El amarillo, por su parte, juega con los sentidos como si fueran barcos de papel. Ligero, nos sugiere que, aunque su participación en la imagen no es per se el alma de la misma, sin él, que quedaría del contraste?
Entonces, el rojo, que en definitiva, prima sobre el resto, no significaría nada sin ese resto. Esta retroalimentación sensitiva nos remite a situaciones del sentir, y del pensar. Así, el contraste, que juega papeles indispensables en el concepto de imagen, nos deja un sabor distinto en el paladar. Desconocido, pero casi conocido. Cuando abandona el gusto, la imagen se cuela por la respiración, y así llega a lo intelectualizado. Audaz, nos impacta de modo que ese encuentro se apresure, y no nos de tiempo a tanto intelecto, para así llegar de forma más veloz al corazón, principio y fin de este recorrido. Que no tiene ni comienzo, ni final, porque el color, en contraste, nunca abandona los sentidos.
(La foto es, por supuesto, de Marcos López)

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